jueves, 21 de febrero de 2008

Noche de verano

Hacía calor. El aire se agradecía. Sólo se oían a los pájaros pelearse entre las ramas de un árbol. Era un buen momento para relajarse y disfrutar, así que bajé el respaldo de mi silla y me eché mirando hacia la puesta de sol. El cielo ya estaba naranja y no había ni una nube. Poco a poco los montes, que se veían de lejos, iban consumiendo el sol. No era de noche del todo cuando ya se veía la primera estrella en el cielo. El canto de los pájaros fue cesando y el árbol de dónde se les oía, dejó de moverse. Empezaron ha oírse los gritos de los grillos y las chicharras. Cada vez estaba mas relajada. Los aspersores empezaron a funcionar de repente y, aunque estaba muy cerca, no me aparté. De hecho se agradecían las finas gotas que me caían. Había hecho mucho calor durante el día (llegado a los 40 ºC) y esa noche era un gran respiro. Hacía mucho que no hacía una noche tan buena como esa. A medida que se hacía mas de noche hacía menos calor, pero no por eso menos bueno. Olía a humedad del agua de los aspersores. Los murciélagos empezaron a despertarse de su profundo sueño del día y a volar por todo el jardín muy cerca del suelo. A veces parecía que se iban a chocar contra mi. Una vez de noche, el cielo era una alfombra llena de brillantes y preciosos diamantes. No había luna, así que estaba menos alumbrada. Pero la farola mas cercana a mi lo jodía todo. Además no hacía mas que parpadear todo el tiempo. Me levante de la silla y la agité esperando que se apagara de una vez por todas. La tiré una piedra detrás de otra hasta que una la apagó del todo, total, se hubiera estropeado del todo o no, dentro de poco la iban a cambiar por otras. El caso es, que esa noche merecía estropear la farola del todo, y así fue. Me volví a sentar en la silla con el respaldo bajado del todo y entonces pude adentrarme en el hermoso y profundo cielo. A veces me da la sensación de que no somos conscientes del tesoro que tenemos encima de nuestras cabezas. Muy pocas cosas son mas hermosas que el propio cielo de noche y sin ninguna nube, por no decir ninguna. Esa noche, mis ojos miraban constantemente las estrellas, esperando que alguna se moviese o que apareciese de repente una estrella fugaz. Las vistas eran maravillosas. Las estrellas me hacían pensar y preguntar sobre muchas cosas, como por ejemplo cómo las personas pudieron imaginarse las constelaciones en el cielo. Si a mi no me hubieran dicho nunca donde o como es la Osa Mayor, nunca me la hubiera imaginado. Tenían que tener mucha imaginación para hacer de 7 estrellas una constelación, y ya no decir de las demás. También, las estrellas me hacen pensar que las apariencias engañan. Es como la distancia entre una estrella y otra que, visto desde la Tierra, parece que todas las estrellas están juntas pero en realidad hay miles y miles de kilómetros entre una y otra. Pues lo mismo los seres humanos, algunos se creen muy poderosos, otros se creen los mas grandes de todos y hay gente que se cree que se va a comer el mundo, pero, para pensar eso debemos mirar mas afuera de la Tierra. ¿A caso somos conscientes de todo lo que pasa ahí afuera, de lo grande que es eso y de que no somos ni una octava parte de lo que es el Universo? Hay que ser ingenuo para que uno crea que es el centro del mundo y que lo sabe todo sobre todo. Porque no, ninguno de los seres humanos es mas poderoso que los otros, ni es mas importante que otro. Todos somos iguales y, el que crea que es mejor que otro, es que no sabe nada sobre nada. Si alguien quiere saber que es lo mas poderoso del Universo que eche un vistazo ahí afuera haber si lo encuentra. No podemos saber que es lo mas poderoso del Universo porque es imposible conocerlo todo, pero si podemos saber que cualquier cosa de ahí afuera es mas poderoso que nosotros mismos. Bueno, que sí, que me pongo muy filosófica con estas cosas. Siempre me dicen "¡cómo te gusta liar la manta a la cabeza!". Volviendo a la noche de verano, las estrellas me hicieron recordar que cuando era pequeña yo decía "algún día seré astronauta y tocaré las estrellas" jejejeje. En fin, que las estrellas me adentran en un mundo lleno de filosofías, de preguntas, de recuerdos y de muchas sensaciones. Esta fue una noche de verano de hacía mucho tiempo. El año pasado no hizo un buen verano así que, dudándolo mucho, ojalá este verano se igual que en esos años de tan buenas noches.

7 comentarios:

González dijo...

Qué linda descripción.
Precioso cómo hilas las palabras.

Un placer haberte encontrado. Me voy a quedar un ratito..

E.

piluna dijo...

Quien no necesita de vez en cuando adentrarse en ese mundo tan grandioso como es el que tenemos, como bien dices tu, sobre nuestras cabezas. Esos momentos de tranquilidad y sosiego que hace que pienses hasta en las cosas mas insignificantes de la vida. Muy buena descripicion, sin duda me has echo evocar una verdadera noche de verano. Gracias. Un beso.

Sam dijo...

Sobre todo cuando estamos acostumbrados a las ciudades y no sabemos lo que nos perdemos. Cada noche.

Besos!

Anónimo dijo...

Attention!

Rafael González dijo...

La foto de la farola es tuya?
La de la estrella fugaz, sin que suene tópico, me ha hecho recordar mi vida en el mismo periodo que ésta deja verse. Las noches de verano son la smás felices que alguien pueda tener, sobre todo si vive en el campo y tiene un perro al lado al que acariciar (valen también parejas, pero siendo niño como que no) mientras que se queda pasmado con las aureolas y esa vía blanquecina que llamamos láctea.

Los grillos ponen la música, las estrellas, la película.

Y cada una de esas estrellas resulta ser un Sol, un Sol como el que nos atosiga al mediodía de verano, pero que echamos tantísimo de menos cuando vemos a sus hermanas, novas, a lo muy lejos. No son miles de kilómetros, ojo precioso, son ¡tropecientos de millones!

Si tienes una hamaca o dos árboles donde desenvolver tu imaginación con una manta que alguna vez sirvió para el invierno, entonces ya flipas, mientras tu perro se rasca en el tronco y tú quedas en babia, completamente en babia, con las estrellas.

Lo mejor de todo, la actividad más barata de todas en ese momento orgásmico, es cazar aviones por doquier. Cazar una bonita imagen que llevarte al sueño que vayas a tener. Caza aviones, sí, esos objetos voladores de luces rojas y verdes intermitentes que parecen viajar de estrella en estrella en cuestión de segundos. Es un pequeño jueguecito que te permite adivinar de dónde zarparon y a dónde van... y si fallas, da igual, si aciertas lo mismo... NADIE va a decirte ni el piloto va a bajar de su avión para contarte su plan de vuelo. Eres tú quien dejas volar tu imaginación más alto que el aeroplano.

Pero todo tiene un precio, que en este caso se llama AUTAN.

Te recomiendo la experiencia, Silvia. Duerme una noche de verano a la intemperie. Reconozco que por la mañana se pasa una rasca de mil demonios, y que el agua del rocío siempre está ahí; pero contemplar la noche, de entre las 60 preciosas noches que nos regala el verano, no tiene precio ninguno, sólo AUTAN, AUTAN, AUTAN...

Pero si te van las filarmónicas, y no te importa ser acribillada por los mosquitos, deja el AUTAN aparte y embaucate en una auténtica orquesta de Año Nuevo, con diminutos puntitos amarillos que van a recordarte cuando tenías 7 años y en tu techo colgaron estelas fosforescentes, o si no te las colgaron nunca lo recordarás igualmente, te lo aseguro.

Luego ya, durante el día, uno puede bañarse en la playa y descargar toda su ira bajo el agua del mar, como liberando el estrés de todo el curso... pero no será lo mismo. Sacarás la cabeza del agua y mientras coges aire echarás de menos -o esperarás con ansia-... la noche de verano!

Queeeeno te aburro más jaja

Falete dijo...

perdon, el de antes (rafael) soy en verdad falete, jeje. que lio de cuentas.

Falete dijo...

si esque... era un momento de inspiracion... cómo no voy a decirte ojo precioso, si me recuerdas a cuando Godzilla se asoma por la ventana, pero en guapa!