jueves, 22 de mayo de 2008

Misteriosa muerte (1ª parte)

Afuera, la lluvia acompañaba a los rayos que iluminaban la sala oscura y en dos segundos la inundaban del gran estruendo que provocaban. La casa en el que él se encontraba era una gran mansión de tres pisos que se unían por una escalera de caracol, arropada por la típica alfombra de terciopelo roja que se extendía por todos los enormes pasillos de la mansión. Las paredes contenían grandes e innumerables cuadros de distintos retratos adornados por preciosos marcos de oro, cada uno de una forma distinta. Sería cansado contar el número de habitaciones que había, pero todas las habitaciones eran parecidas en las que él se encontraba. Él, Ephran Copeland Evans. Se encontraba sentado en su silla marrón, con acabados dorados, frente a la ventana mas grande de la mansión observando aquella noche fría y escalofriosa en la que perdió a la única persona que le quedaba, su hermana. Estaba el solo, en la casa, sin nadie más. Ephran se levantó de la silla y se dirigió al escritorio. Encima, había unos cuantos papeles amontonados, dos libros, tres bolígrafos encima de los papeles, un teléfono, un vaso de agua y un marco con una foto de una mujer. Ephran cogió el marco y lo miró detenidamente pronunciando estas palabras: "Hermana, ¡qué injusta es la vida! pues no sé el motivo de tu ida". El hombre, dejó el marco sobre el escritorio y se fue a la cama, para intentar dormir algo, aunque la noche y el acontecimiento no le dejaran.
El día siguiente amaneció con la misma lluvia intensa, aunque sin tormenta. Ephran, como era de esperar, no pudo dormir casi nada en la noche, aunque pudo reconciliar el sueño cuando la tormenta dejó de tronar. Llevaba una hora durmiendo cuando sonó el teléfono. Se despertó cansado y desorientado, bostezó, se estiró y miró la hora. Eran las 9 y media de la mañana. Se levantó de la cama y cogió el teléfono. Ephran dijo intentando disimular un bostezo:
-¿Sí, dígame?
-Hola, buenos días Sr. Copeland. Soy el inspector de la policía Faulkner. Le llamábamos para hacerle unas preguntas sobre la muerte de su hermana, la señora Bryanna Copeland. ¿Estará esta tarde usted en casa?
-Sí, claro- contestó Ephran.
-De acuerdo, entonces vamos para allá. Hasta ahora Sr. Copeland
-Hasta ahora, inspector Faulkner.
Ephran se vistió y bajó a desayunar. En la cocina se encontraba Estelle, la criada.
-Oh! señor, pensé en llevarle el desayuno a su habitación- dijo Estelle.
-No importa, va a venir ahora el inspector Faulkner.
-Ah... por la mue...
-Sí, por eso. Le agradecería que me sirviera el desayuno.
-Ahora mismo, señor.
Ephran terminó de desayunar y a los pocos minutos sonó el timbre. Estelle dejó entrar al inspector Faulkner y le llevó a una de las salas de estar de la casa, donde se encontraba Ephran. Allí el inspector de policía le hizo varias preguntas:
-Señor Copeland, ¿qué relación mantenían su hermana y usted?
-Nuestra relación era buena, vivíamos juntos y nos teníamos el uno para el otro. Sólo quedábamos ella y yo de la familia.
-¿Podría decirnos donde se encontraba usted a las diez en punto la pasada noche, hora de la muerte?
-Estaba aquí, en mi despacho. Tenía que revisar varios informes y pensé en quedarme hasta tarde revisándolos. ¿Insinúa usted algo Sr. Faulkner?
-Es sólo una pregunta que debo hacer a todos, es mi trabajo. Dígame Sr. Ephran ¿conoce usted a alguien que sea capaz de matar a su hermana?
-No, la verdad es que ella era muy liberal, mucha de la gente con quien salía no les conocía. Nunca pensé que podría estar en peligro...
-¿Observó una actitud extraña en los últimos días?
-Hombre... si... últimamente casi no paraba en casa, no la veía y cuando la veía casi ni me hablaba. Estaba muy seria y muy ocupada con sus cosas.
-¿Cuando fue la última vez que vio usted a su hermana?
-Fue ayer por la mañana. Me dijo que se iba a ir a dormir donde una amiga y se llevó una bolsa, supongo que con ropa dentro, aunque no puedo asegurarlo. Dijo que no la llamara al móvil, que no tenía batería.
-¿Le dijo qué amiga?
-No, señor, no me lo dijo.
-Bien, por ahora no tengo mas preguntas para usted, aunque necesitaré estar en contacto con usted en todo momento. Ahora me gustaría hablar con su criada ¿le parece?
-En efecto, no hay ningún problema. ¡Estelle! -llamó Ephran a su criada.
-Si señor, ¿desea algo?
-Este es el inspector Faulkner, de la policía, dice que le gustaría preguntarle unas cuantas cosas...
-¿A mi? ¿Por que? ¡Yo no sé nada, se lo aseguro...! ¿Qué tengo yo que ver en esto, si solo soy la pobre criada de esta casa?-dijo Estelle, atacada de los nervios.
-Oh! No se preocupe, señorita -dijo el inspector Faulkner- nadie ha dicho que usted estuviera involucrada en el asunto, simplemente son unas preguntas que debo hacer a todos.
-Esta bien... dígame, señor.
-¿Cuánto tiempo lleva usted sirviendo en esta casa?
-13 años, señor.
-De acuerdo. Dígame, ¿mantenía buena relación con la señora Copeland?
-Oh! Sí, por supuesto, era una buena señora... me trataba muy bien. Aún estoy conmocionada por lo sucedido...
-¿Cuando fue la última vez que la vio?
-Ayer por la mañana, se fue... a dormir a casa de una amiga, la señorita Kassandra. Me dijo que le preparara la ropa y se la guardara en una bolsa.
-¿Y no supo mas de ella?
-Sí... me llamó para que le llevara a la casa de la señora Kassandra una... una caja que se dejó encima de la cama.
-¿Desde donde llamó?
-Desde su móvil, supongo.
-Salió y se lo llevó, ¿no es así?
-Si señor.
-¿Observó algo raro en la casa?
-No... Me abrió la criada de la casa y cuando entré en la habitación en que estaban cortaron su conversación.
-Esta bien, señorita. Nada más, muchas gracias por responder a mis preguntas.
Sr. Faulkner se despidió de Ephran y de Estelle y salió de la casa. Estaba confuso y se hizo una pregunta: "¿dónde estará el móvil de la víctima?"

miércoles, 14 de mayo de 2008

Aprovechar la vida

Miro a mi alrededor y ¿qué veo? Veo a gente con sus problemas, sus preocupaciones, sus alegrías, sus sorpresas... Veo nacimientos y llantos de emoción y muertes y llantos de tristeza, veo bienvenidas y despedidas, gente trabajando y gente en paro, problemas de pareja y tristeza por no tener pareja, amores y odios, discusiones y reconciliaciones, problemas por ser demasiado joven y por ser demasiado mayor... Todos tenemos algo en nuestra vida que día a día suceden o cambian y que llenan todos nuestros pensamientos. Son cosas por las que hacemos todo lo que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Pueden aparecer solas, sin que nosotros queramos, o puede que nosotros las busquemos, pero casi siempre están ahí, formando nuestra vida. A veces nuestra vida pasa por un momento plano y aburrido y, por consecuencia, depresivo. Todo se vuelve monótono, no hay nada en que pensar durante el día y pensamos que nuestra vida es aburrida y sin ninguna emoción. Entonces, lo único que se nos ocurre hacer es dejar que pase el tiempo y esperar a que pase algo que nos saque de la monotonía. Pero, ¿por qué esperar si nosotros mismos podemos sacar partido a nuestra vida? Ya que todo lo que hacemos tiene un fin, ¿por qué no buscar un camino, para llegar a una meta en concreto? ¿algo que siempre hemos querido hacer y que nunca hemos hecho? Porque, cuando nos proponemos hacer algo y al final lo conseguimos, vemos que estamos vivos y que podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos. Si seguimos el camino adecuado y damos los pasos necesarios, ¿por qué no llegar a la meta? Aunque, a veces, tan solo intentarlo ya te hace sentir bien.

Cada persona, da igual como sea y los años que tenga, necesita aprovechar su vida, porque, una vez que no la tengamos, ya no hay vuelta atrás. No es como el trabajo, que si te echan puedes conseguir un nuevo trabajo, no, solo pasa una vez y si lo desaprovechamos, al final, nos podemos arrepentir.