viernes, 9 de enero de 2015

Ese verano de 2014...

Esta mañana sentí deseos de escribir algo. Teclear en el ordenador me relaja y me dije "voy a escribir algo". Entonces me acordé que hace años me hice un blog por el mismo motivo. Y aquí estoy, escribiendo. Pero claro, de algo tiene que tratar mi entrada. Pensé en qué podía escribir. Puedo escribir de lo que considero mas fácil en estos tiempos: la política. Nos guste o no, la política forma parte de nuestras vidas, nos condiciona de una manera u otra, en el trabajo, en el vivir de cada día, en lo que vemos en la tele y en internet... Mi familia (sobre todo mi hermana) decía que estaba obsesionada con la política, siempre hablando de ello. Después pasó a formar parte de gran parte de nuestras conversaciones. Hay tantos motivos para hablar de política: corrupción, crisis, paro, Podemos...Y, sin embargo, se me ocurre mejor relatar otras cosas que, indirectamente, hablan de política.


Llevo tres años trabajando. He estado en un montón de sitios trabajando y he tenido y tengo ambiciones de determinados puestos de trabajo. Pero solo una vez me encontré realmente a gusto con mi trabajo. Era uno de los pocos en los que tenía mas tiempo (seis horas), porque por lo general mis otros trabajos eran de cuatro horas o menos, y lo mejor de todo, no estaba sustituyendo a nadie, era un puesto vacante que conseguí. Cuando empecé a trabajar estaba un poco perdida, y como todo el mundo en sus primeros días de trabajo nerviosa. El puesto era el mismo que venía desempeñando antes, pero en un sitio distinto, personal de limpieza en una residencia de ancianos. Lo que menos me iba a imaginar en esos primero días es que mi labor finalmente consistiría en algo completamente distinto a lo que venía haciendo anteriormente. El departamento de limpieza tenía varias secciones: lavandería, office y limpieza de habitaciones y zonas comunes. Recuerdo que en el momento en que nos iban a asignar a cada una su labor estaba tan nerviosa que temblaba. Me asignaron Office. Tengo que decir que anteriormente trabajé en un office de un hotel durante un día, pero la destreza no se gana en tan pocas horas. Mis compañeras me ayudaron hasta que pude hacerlo yo sola, y entonces este trabajo se convirtió en el que mas cómoda me he sentido de todos. Me llevaba fenomenal tanto con mis compañeras de limpieza como con las auxiliares y cocineras, cada vez hacía mas rápido mi trabajo y le fui cogiendo cariño a los ancianos de la residencia.
Un día, nos enteramos que la empresa iba a llevar la limpieza con  una subcontrata especializada en ello. Se nos dijo que conservaríamos nuestros puestos de trabajo y así fue durante unas semanas, ya que el día menos pensado, la empresa fue despidiendo poco a poco a cada una de las empleadas de limpieza hasta despedirnos a todas en prácticamente una semana. En nuestro lugar fueron poniendo gente discapacitada, y aquí es donde entra la parte política del asunto. Dado que las empresas reciben del gobierno subvenciones de Estado si contratan a gente que tiene igual o superior a un 33% de discapacidad, lo mas habitual actualmente, sobre todo en las empresas de limpieza, es despedir a gente que está en la plantilla y poner a otros que tengan dicha deficiencia para poder cobrar las ayudas y así la contratación les sale gratis.
Total, que perdí el mejor trabajo que he tenido hasta ahora por lo de siempre, por motivos puramente políticos. Luego hubo otros problemas como el hecho de que no nos pagaran los festivos ni el finiquito, pero quiero centrar este post en la nostalgia que siento y que, estoy segura, seguiré sintiendo por aquel breve tiempo, ese verano del 2014 en el que, por raro que pueda parecer, me gustaba mi trabajo. Aún conservo contacto con mis compañeras con las que hacía un equipo inigualable e inmejorable, aún hablamos de esos tiempos y los recordamos como si hubiese sido ayer, aún sentimos una enorme tristeza por el trabajo que fue y que seguramente ya no volverá a ser. Alguna conserva la esperanza de que nos vuelvan a llamar, y no hay nada que mas me gustaría que eso, pero lamentablemente sé que ese verano fue un espejismo demasiado bonito para ser verdad. Afortunadamente, después de este despido he vuelto a tener otros trabajos con otra empresa, sustituciones y de poco tiempo, como lo que venía haciendo antes de entrar en la residencia, pero después de haber probado un dulce, después las comidas amargas te amargan mas aún, y desde luego, ni punto de comparación. Aun así soy consciente de que es una "suerte" poder tener algún trabajillo aquí y allá de vez en cuando, ya que muchas de mis compañeras no tienen ni eso. Pero a pesar de eso ¿acaso no tengo yo derecho a tener un trabajo digno, con su jornada completa, su salario estable y decente (y no esa mierda que pagan ahora por todo) y en el que pueda sentirme a gusto (es posible que esto último sea pedir demasiado)? ¿No tengo yo derecho a poder tener cierta independencia económica para poder tener lo que todos han venido haciendo hasta ahora en una cierta edad, una casa, una estabilidad, algún que otro capricho?

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