miércoles, 18 de marzo de 2009

Fuego

Eran las 10 de la noche cuando algo inusual pasó en lo que venía siendo una tarde-noche aburrida. Un camión de bomberos entró en nuestra calle, propiedad nuestra (y sólo nuestra, aunque el ayuntamiento nos quiera expropiar de ella y todos los malditos vecinos nuevos se crean que es propiedad del ayuntamiento). Como es lógico, cuando salimos a la calle para ver qué pasaba ya había unos cuantos espectadores del vecindario, ya que un camión de bomberos en este muermo de pueblo no se ve todos los días. Los bomberos entran en un portal de los edificios de enfrente y al rato salen por el otro portal de al lado, hablando con una serie de personas de los pisos, lo que no sé es de qué estaban hablando. Se unieron a la conversación miembros de la guardia civil, que también habían venido. Una de cada tres ventanas de los pisos estaba abierta con curiosos, y de los chalés estábamos todos afuera. Aunque al final, los bomberos y la guardia civil se fueran sin que nadie supiera por qué habían venido mas que los que les habían llamado, digo yo. El caso es que este acontecimiento inusual, como decía, me recordó a uno realmente grave que pasó en este mismo sitio cuando yo tenía 6 años.
Lo recuerdo como si fuera un sueño (o mas bien pesadilla) que tuve la noche pasada, borroso, sin claridad, aunque hubo unos pequeños detalles que se me quedaron en la memoria y que no creo que nunca se me olviden por mucho que pasen los años, a no ser que sufra algún día de alzheimer.
Era una tarde de verano, calurosa y seca, de esas que en cuanto te da el sol parece que te arde la piel y te quedas en llamas. Seguramente en pleno sol había 40º. Los pisos de enfrente aún no estaban ni en proyecto y todo eran campos de trigo o de yerbajos de los que se podía correr libremente entre ellos sin encontrarse con ninguna escabadora o ningún límite, solo el final de ese campo y el principio de otro. Lo único peligroso que se podía encontrar eran los tractores. Recuerdo cuando jugábamos mis primos, mi hermano y yo al escondite en el campo de trigo que había al lado de mi casa, cuando el trigo estaba altísimo y nos cubría a casi todos el cuerpo entero. Mi primo inventó un arma que teníamos cada uno, que consistía en el tallo de una planta de trigo en el que que dentro, como está hueco, se metía granos del mismo, y teníamos que soplar en un extremo del tallo para dar con el grano a quien quisiéramos. Al final del día entrábamos en casa todos con espigas por todas partes.

Estaba contando yo, que en esa tarde de verano, después de comer, mi hermano entró en casa diciendo que se veía humo a lo lejos. Las vistas de mi casa tenían dos partes, los campos una mitad y cielo otra mitad. Salí para ver el humo y efectivamente el humo se veía en la línea que separa los campos del cielo. Solíamos ver a menudo humo porque algunos pastores quemaban yerbajos o campos para volver a cultivar, por lo que no le dimos importancia. Pero mas tarde, ya alcanzamos a ver las llamas y cómo se iban acercando hasta nosotros. No le dimos mucha importancia hasta que las llamas estaban por la mitad de los campos que alcanzaban nuestra vista. Mi hermano y yo mojamos nuestro terreno con la manguera por si acaso. El fuego alcanzó el penúltimo área de campo antes de llegar a nosotros. Todos los vecinos próximos se hicieron con cubos, mangueras y cualquier cosa que tuvieran a mano para intentar apagarlo. A medida que se acercaba el fuego iba cogiendo fuerza y las largas chimeneas de humo se iban haciendo mas grandes y mas altas. El fuego ocupó todo el penúltimo área y empezó con el último. Los bomberos ocupaban todo, hasta el cielo, que no hacían mas que circular helicópteros de donde caían torrentes de agua. Todo estaba lleno de humo. Miré a mi derecha y vi una llama enorme justo enfrente de la casa de mi tía. Dos bomberos cogieron a mi tía por los brazos para que saliera de la casa, pero ella se negaba entre sollozos. Una señora del pueblo nos cogió a mis primos, mis hermanos y a mi para que nos fuéramos del lugar y nos llevó a su casa. Mientras subíamos la cuesta de al lado de mi casa vi cómo los campos de trigo en los que yo había jugado tiempo atrás, se chamuscaban. Según íbamos a la casa de la señora que se ofreció a sacarnos de allí, recuerdo que había gente con cámaras enormes haciéndonos fotos. Al día siguiente me di cuenta que eran los del periódico. Cuando nos dejaron volver a nuestra casa todo estaba ya en calma. Todos los campos estaban negros, no había ni un solo cacho sin quemar. Por la noche se veían lucecitas pequeñas entre la nada que aún no habían sido apagadas, por lo que los bomberos estuvieron toda la noche rondando por ahí, aunque no había peligro alguno. Las casas no fueron afectadas de ninguna manera, quedaron intactas. Al día siguiente, esto salió en la televisión y en el periódico. Un día dos periodistas llamaron a la puerta de mi casa para que mi madre dijera algo sobre lo ocurrido y saliera en las noticias. Nos enteramos de que el fuego venía desde Palencia aunque no recuerdo si supimos qué fue lo que lo provocó.
Tardaron meses, quizá años, en que los campos volvieran a estar como antes y los animales volvieran a circular por ellos. Solo que después vino el "Ayuntarminator" y arrasó con la mitad de las tierras construyendo edificios y chalés. Ahora mi "maravillosa" vista es un muro blanco y horrendo con ventanas de pisos. Lo que daría yo por tirar los edificios y volver a tener las vistas de antes, aunque solo sean campos de trigo sosos de Castilla...

4 comentarios:

Inmis dijo...

chico susto para el cuerpo y las retinas, q aunq niño, fuertemete quedo arraigado en ti. Y lastima, que nos estemos cargando esas zonas naturaless sean sosas o no. Un beso guapa.

ChusdB dijo...

¡qué historia tan bien contada, aunque sea un poco triste, me ha gustado mucho!

Falete dijo...

jajaja ''campos sosos de castilla''... no se valora lo que se tiene hasta que se pierde.
y ese barrio es la leche, muy americano!!!!

González dijo...

Tiene razón Chus, Silvi!
Una historia triste pero mu pero que mu bien contada..!
También con su poquito de 'humor', que si hay que echar abajo tu edificio de enfrente,nosotros lo tiramos! (jaja)
La ultima vez que yo sentí que los bomberos venían y era como un sueño, tuvieron que desalojar el edificio en que vivíamos, basicamente, porque nos lo habían intentado quemar... menudas anécdotas para contar... menos mal que se han quedado en anécdotas..verdad?

Un besazo guapa!